Temidas por los jardineros, las babosas son gasterópodos particularmente voraces que hacen un gran daño dondequiera que vayan. ¡Una plaga, la babosa tiene su lugar en el equilibrio del jardín!
Las babosas son gasterópodos, como los caracoles, pero no tienen caparazón. Este animal de sangre fría tiene 103.000 especies distintas en todo el mundo, incluyendo unas 40 en Europa. Los más comunes en nuestros jardines son rojizos a marrones, grises o negros. Sus tamaños van de 1 a 15 cm.
La babosa que conocemos hoy nació en el mar hace millones de años. A través de la evolución, este animal se ha ido aclimatando gradualmente a la vida en la tierra, pero ha conservado, sin embargo, una verdadera dependencia del agua. De hecho, el cuerpo de una babosa es 85% agua.
Para mantener su equilibrio, la babosa debe permanecer húmeda. Esta especificidad que comparte con su primo el caracol implica que la babosa es un animal principalmente nocturno. Durante el día, se entierra en un agujero o se refugia bajo montones de piedras y madera. Por la noche, la babosa irradia sobre un territorio restringido de sólo unos pocos metros. Puede ser rastreado por su rastro de moco, que le ayuda a deslizarse sobre una amplia variedad de superficies.
Como el caracol, la babosa es hermafrodita. A veces macho y a veces hembra, pone grupos de huevos bajo tierra que pueden alcanzar hasta 200 individuos. Dependiendo del clima y la temporada de puesta, los huevos pueden tardar de 2 semanas a 4 meses en desarrollarse y eclosionar.
La babosa tiene una dieta variada. Puede comer plantas vivas, así como hongos, tejido vegetal muerto y cadáveres de animales en descomposición. Esta dieta diversificada hace que la babosa sea un animal útil para la naturaleza, ya que controla la vegetación y recicla la necro-masa (plantas y animales muertos). Su otro papel biológico es servir como una rica comida para una multitud de animales (pájaros, musarañas, erizos…).
En el lado negativo, la babosa es un formidable enemigo de los cultivos. Su voracidad en las plantas jóvenes es una obsesión para todos los jardineros. Además, su moco es portador de muchas enfermedades de las plantas como la roya y el moho. Los productos plaguicidas disponibles en el mercado son de poca utilidad para controlarlo, ya que sólo actúan sobre las babosas adultas y no sobre las larvas enterradas.