El agua es un elemento clave en el éxito de un jardín y su uso requiere un equilibrio muy delicado, ni más ni menos. Aprende las mejores formas de regar el jardín, asegurando así la longevidad de las flores, verduras y frutas, al menos el tiempo que no se desperdicie uno de los recursos más preciosos del planeta.
- Siempre agua por la mañana. Ya sea que se trate de una flor o un huerto, la mejor hora del día para regar es siempre por la mañana. Si riegas a mitad del día o por la tarde, será como si no hubieras regado porque el agua se evaporará rápida y completamente. Si se riega por la noche, el agua permanecerá en las plantas y hojas durante demasiadas horas, lo que puede conducir a la formación de diversas enfermedades. ¿Sabías que el rocío que cae sobre el suelo le ayuda a absorber aún mejor el agua de riego de la mañana?
- Agua cuando sea necesario. Por regla general, un jardín o césped necesita unos 2,5 cm de agua por semana, sin embargo, esto también depende mucho del suelo en cuestión, el tipo de plantas que tiene y, por supuesto, las condiciones meteorológicas. Por lo tanto, la máxima «regar siempre que sea necesario» se aplica principalmente cuando una planta o flor tiene un aspecto marchito por la mañana o por la tarde, pero también en la fase inicial del desarrollo y crecimiento de la planta.
- Agua sólo cuando no hay viento. El viento es uno de los enemigos del buen riego porque desplaza fácilmente las partículas de agua, no permitiéndoles penetrar en las plantas y el suelo. También ayuda a secar el suelo rápidamente. ¿El resultado? Tierra seca, agua desperdiciada y la necesidad de volver a regar.
- Siempre agua cerca del suelo. La manera más eficaz de asegurar un suelo húmedo es regar cerca de él, es decir, en lugar de esparcir el agua superficialmente, cuando la posición de regar la manguera o el riego se puede colocar cerca del suelo. De esta manera, el agua penetrará en las raíces de las plantas, sin perder el agua por evaporación o escorrentía hacia otras áreas del jardín.
- Siempre riega menos a menudo, pero profundamente. El buen riego no debe medirse en cantidad sino en profundidad. Al regar siempre cerca del suelo se asegura un riego profundo, lo que asegura más eficazmente los niveles de humedad necesarios para un suelo sano, a diferencia de un riego más superficial en el que el agua puede evaporarse fácilmente. El riego profundo también promueve el movimiento de las raíces de las plantas a zonas más profundas del suelo, lo que es ideal ya que es precisamente en esas zonas donde la humedad se almacena durante más tiempo, es decir, mucho más tiempo que en la superficie de un jardín.